4 de febrero de 2015

El señor de los disfraces



Ayer fue el cumpleaños de Auster. Me gusta imaginar, y creo que es posible que sea así,  que sus personajes son personas que conoce de cerca. Me gusta imaginar que Botellero, es él. 
...." sin embargo él persevera con todas sus fuerzas, nunca dispuesto del todo a abandonar, aún creyendo que la historia no ha llegado a su fin, y cuando pensar en ello se hace insoportable, a veces se entretiene con ensoñaciones infantiles sobre cambiar su apariencia física, disfrazarse de tal manera que ni su propio hijo le reconocería, un demonio del disfraz al estilo Sherlock Holmes, no sólo ropa y zapatos sino un rostro completamente ajeno, otro pelo, una voz absolutamente diferente, una transformación completa, un ser que se convierte en otro, y cuántos ancianos distintos se ha inventado desde que se le ocurrió la idea, arrugados pensionistas cojeando con sus bastones o sus andadores de aluminio, viejos con sus canas al viento, sus barba blanca larga y suelta, Walt Withman en su chochez, un simpático anciano que se ha extraviado y aborda al joven para preguntarle el camino, y entonces se ponen  a charlar, el viejo invita al joven a tomar una copa, y poco a poco se hacen amigos, y ahora que Miles vive en Brooklyn, ahí mismo, en Sunset Park, junto al cementerio de Green Wood, se la ha ocurrido otro personaje que él llama Botellero, uno de esos hombres viejos y acabados que rebuscan comida en contenedores de basura y botellas y latas en depósitos de reciclaje, a cinco centavos la botella, ardua manera de ganarse la vida, pero son tiempos difíciles y no hay que quejarse, y en su imaginación Botellero es un mohawk, descendiente de los indios que se asentaron en Brooklyn en la primera parte del siglo pasado, la comunidad de mohawk que llegó aquí antes que los obreros de la construcción para trabajar en los altos edificios que se levantaban en Manhattan, mohawks porque por alguna razón los miembros de esa tribu no tenían miedo de las alturas, se sentían a gusto en el aire y eran capaces de bailar entre las vigas y travesaños sin sentir el menor miedo ni el temblor del vértigo, y Botellero es un descendiente de aquella gente intrépida que construyó las torres de Manhattan, un tipo chiflado, lamentablemente, que no está muy bien de la cabeza, un viejo chalado que se pasa la vida empujando el carrito del supermercado por el barrio, recogiendo latas y cascos vacíos que le reportarán cinco centavos cada uno, y cuando Botellero habla, con frecuencia salpicará sus observaciones con lemas publicitarios absurdos, estrafalariamente inadecuados, como: Andaría kilómetros por un Camel, No salga de casa sin ella, o Extienda la mano y toque a alguien, y a Miles quizás le haga gracia un hombre dispuesto a caminar kilómetros por un cigarrillo, y cuando Botellero se cansa de sus eslóganes, se pone a citar la Biblia, diciendo cosas como: El viento tira hacia el sur y rodea al norte, va girando de continuo, o ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará, y justo 
cuando Miles está a punto de dar media vuelta y marcharse, Botellero acerca la cara a la suya y grita: ¡Recuerda muchacho! ¡La bancarrota no es el final! ¡Sólo un nuevo comienzo!"   Paul Auster.  Sunset Park.

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