15 de noviembre de 2009

Reflexión de Gilles Deleuze


Presente invalorable de un amigo periférico, que cuando nos entorpecemos mutuamente en la acción nos hace reflexionar con estos mensajes:

¿Qué puede un cuerpo? Gilles Deleuze

La verdadera cuestión es esta: ¿qué puede un cuerpo? ¿de qué afectos somos capaces? (...)
La tristeza, los afectos tristes, son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas, necesitan persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de anestesiarnos que de reprimirnos, o como dice Virilio, de administrar y de organizar nuestros pequeños terrores íntimos. Los enfermos, tanto del alma como del cuerpo, no nos dejarán, vampiros que son, mientras que no hayan conseguido contagiarnos su neurosis, su angustia, su querida castración, su resentimiento contra la vida. (...) No es fácil ser libres: huir de la peste, organizar encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación. Convertir al cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir al pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia.
............ .........

Aunque bien es cierto que, agentes o pacientes, cuando actuamos o sufrimos, aún nos queda el ser dignos de lo que nos sucede. En eso coincide la moral estoica: no ser inferior al acontecimiento, convertirse en el hijo de sus propios acontecimientos. La herida es algo que yo recibo en mi cuerpo, en un determinado momento, pero también hay una verdad eterna de la herida, como acontecimiento impasible, incorporal: "mi herida existía antes que yo, yo he nacido para encarnarla". Amor fati, querer el acontecimiento, nunca ha sido resignarse, ni mucho menos hacer el payaso o el histrión, sino exraer de nuestas acciones y pasiones esa fulgiración, contraefectuar el acontecimiento, acompañar ese efecto sin cuerpo, esa parte que supera el cumplimiento: la parte inmaculada. Un amor a la vida que puede decir sí a la muerte. (...)

Así pues, vivimos entre dos peligros: el eterno quejido de nuestro cuerpo, que siempre encuentra un cuerpo acerado para cortarlo, un cuerpo demasiado grueso para penetrarlo y ahogarlo, un cuerpo indigesto para envenenarlo, un mueble para tropezarlo, un microbio para producirle un grano, pero también el histrionismo de los que imitan un acontecimiento puro y lo transforman en fantasma, y alaban la angustia, la finitud y la castración. Hay que lograr erigir entre los hombres y las obras su ser anterior a la amargura. (...)

Hacer de un acontecimiento, por pequeño que sea, la cosa más delicada del mundo, justo lo contrario de hacer un drama, o una historia. Amar a los que son así: cuando entran en una habitación, no son personas, caracteres o sujetos, sino una variación atmosférica, una variación de color, una molécula imperceptible, una población discreta, una neblina o una llovizna.

GILLES DELEUZE/ CLAIRE PARNET, Diálogos.

¡Gracias Migue!

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