23 de diciembre de 2012

El cuento de Navidad de Auggie Wren



"A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?
Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras “cuento de Navidad” tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así. Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental? Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.
No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba. Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.
—¿Un cuento de Navidad? —dijo él cuando yo hube terminado. ¿Sólo es eso? Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.
Fuimos a Jack’s, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes. Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.
—Fue en el verano del setenta y dos —dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.
Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carné de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara. Tenía su nombre y dirección en el carné, pero me dio pena. No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?
Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.
La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.
—¿Eres tú, Robert? —dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.
Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.
—Sabía que vendrías, Robert —dice—. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.
Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.
Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.
—Está bien, abuela Ethel —dije—. He vuelto para verte el día de Navidad.
No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.
No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.
Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía. Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.
—Eso es estupendo, Robert —decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Siempre supe que las cosas te saldrían bien.
Al cabo de un rato, empecé a tener hambre. No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas. Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.
Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de cámaras, seis o siete, de treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.
No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia.
—¿Volviste alguna vez? —le pregunté.
—Una sola —contestó. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.
—Probablemente había muerto.
—Sí, probablemente.
—Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.
—Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.
—Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.
—Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.
—La hiciste feliz. Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.
—Todo por el arte, ¿eh, Paul?
—Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.
—Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?
—Sí —dije—. Supongo que sí.
Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara. Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.
—Eres un as, Auggie —dije—. Gracias por ayudarme.
—Siempre que quieras —contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos. Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?
—Supongo que estoy en deuda contigo.
—No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.
—Excepto el almuerzo.
—Eso es. Excepto el almuerzo.
Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta."
PAUL AUSTER.
Para leer el cuento completo ver acá.
Acá el trailer de la  película Smoke, con libro de Paul Auster y gran actuación de Harvey Keitel.
La ilustración de arriba es de Isol para una versión de este cuento.

24 de noviembre de 2012

Museo GHIBLI

 Ilustración de Totoro

Este museo es un edificio que el creador del estudio Ghibli, el gran Hayao Miyazaki siempre tuvo en mente. Un museo que se alejara de los típicos museos y donde los visitantes más que ver cosas se dedicaran a descubrirlas. Fue diseñado por el propio Miyazaki e inaugurado el 1º de octubre de 2001.

Como comentamos en una entrada anterior, Ghibli es una palabra africana que significa “viento caliente que sopla en el desierto del Sahara" y con la cual se designaba a los aviones caza italianos durante la Segunda Guerra Mundial.

Entrada del museo Ghibli

El museo está en una zona poco concurrida en las afueras de la ciudad de Mitaka, que forma parte de la enorme metropólis de Tokyo. Mitaka es un sitio muy agradable y tranquilo. El museo se encuentra dentro de un parque que parece un bosque, muy al estilo de las películas de Miyazaki.



Paseo dentro del parque

 Templo

Lo primero que se ve al llegar al museo es el diseño que parece salido de una película del mismo estudio. 





Fachada del edificio

Dentro se encuentran diferentes ilustraciones en las paredes, elementos de decoración, vidrieras con ilustraciones de las películas y el hall principal que te sumerge directamente en una película de Miyazaki.

 Interior del edificio

A partir de ahí, y con esa intención se le indica al visitante que descubra él mismo cada rincón y cada detalle. 

El museo está dividido en siete zonas principales que son: 

* Cine Saturno: En él se proyectan de forma cíclica (uno diferente cada mes) una serie de cortos exclusivos realizados por Hayao Miyazaki para el museo, no estando disponibles en DVD ni ningún otro formato, ni proyectándose en ningún otro lugar.

* Exhibiciones permanentes: Son cinco habitaciones que comienzan en la planta inferior y se extienden hasta la superior donde se ofrece una introducción a los fundamentos de la animación y las herramientas que utilizan para crear películas.

Una de ellas simula el puesto de trabajo de un animador en el que se pueden ver bocetos de todas las películas del estudio Ghibli sin ningún cristal o plástico que los cubra. 



Escritorio de un animador

* Exhibiciones extraordinarias: Cada año el museo renueva una de sus espacios para ofrecer exhibiciones inéditas del estudio y también lo mejor de la animación de otros países.
* Sala del Gato-bús: Allí se encuentra un peluche gigante réplica del gato-bús de ‘Mi Vecino Totoro’ que hace las delicias de todos los niños menores de 13 años.

Sala del Gato-bus

* Terraza superior con la réplica a tamaño real del robot de ‘El Castillo en el Cielo’, el guardián del museo.


 Escultura en la terraza del robot de "El castillo en el cielo"

 Escultura de uno de los cubos de "Laputa, el castillo en el cielo"


* Tienda de recuerdos “Mamma Aiuto”: Allí puede encontrarse todo lo relacionado con el estudio Ghibli a precios no abusivos.

* Cafetería “Sombrero de Paja” que parece sacada de "Kiki´s Delivery Service"


 Cafetería "Sombrero de Paja"


 Boletería con el Totoro gigante


Fotografías: agradecemos las fotos tomadas por Miguel Michán para Zona Fandom, ya que está prohibido tomarlas dentro del museo.

18 de noviembre de 2012

Una ola de sueños...

                                           
"Una ola de sueños" (1924) es reconocido tardíamente como el primer manifiesto surrealista. En él se define por primera vez el concepto de surrealidad. Escrito por Louis Aragon, este es uno de mis libros de cabecera, que no me canso de leer y releer.
Tuve la suerte de escuchar la ponencia de quien realizó el estudio introductorio y la traducción de este texto del francés, el Profesor Ricardo Ibarlucía. Esas cosas especiales que pasan aveces. Fuimos a escucharlo con mi amiga Alicia a un hotel en Bariloche, hace unos cuantos años.
Población de sueños, realidad mezclada con estados oníricos, símbolos y profesías, fuerzas más allá de lo meramente superficial, poesía, duraciones automáticas, azar objetivo, cadáver exquisito, nominalismo,  el Pasaje de la Opera, la surrealidad son  palabras que nos llevan a entender un modo de pensar y ver el mundo  de un grupo de jóvenes  franceses sobrevivientes de la primera gran guerra. Un espíritu de época que llegó a desconocer a la literatura, renegar de ella. Reconoce en parte su filiación en Dadá, pero sus caminos serán largamente alterados, principalmente el de los sentidos. 
                                                                                                                     El pasaje de la Opera

"... Entonces el espíritu se desprende  un poco de la mecánica humana, entonces ya no soy la bicicleta de mis sentidos, la rueda de afilar los recuerdos y las coincidencias. Entonces capto en mí lo ocasional, capto de golpe cómo me supero: lo ocasional soy yo y, formada esta proposición, me río de la memoria de toda la actividad humana. ... En este punto comienza en todo caso el pensamiento, el cual no es de ningún modo ese juego de espejos en el que algunos se destacan sin peligros. Si se ha experimentado tal vértigo, aunque sólo sea una vez, parece imposible seguir aceptando las ideas maquinales con las que se resume hoy prácticamente cada empresa humana ..."

"... la verdadera naturaleza de lo real no es más que una relación como cualquier otra, que la esencia de las cosas no está de ningún modo ligada a su realidad, que hay relaciones diferentes de lo real que el espíritu puede captar y que so también primordiales, como el azar, la ilusión, lo fantástico, el sueño. Estas diversas especies se reúnen y concilian en un género que es la surrealidad"...

"Si considero de pronto el curso de mi vida, si olvido este entrenamiento del espíritu, si domino un poco el sentido de esta vida que me atraviesa, que se me escapa, de pronto...¿Qué significa todo esto? De pronto no espero nada del mundo...  Hay que ver al hombre presa de sus espejos, exclamando con el acento patético de su teatro: ¿Qué devenir? Como si tuviera opción..."

"Pero entre todos los aires que de vez en cuando tarareo, hay uno sin embargo que me da hoy una libre ilusión de la primavera y de los prados, una ilusión de la verdadera libertad. He perdido este aire, y luego lo vuelvo a encontrar. Libre, libre: es la hora en que la cadena de los anillos claros del viento echa a volar por los moáres del cielo, es la hora en que el hierro se torna esclavo de los tobillos, donde las esposas son alhajas. Ocurre que esculpe entre los muros del calabozo el recluso talla una inscripción que hace sobre la piedra un ruido de alas. Ocurre que esculpe encima del remache el símbolo emplumado de los amores de la tierra. Es que él sueña y yo sueño, transportado sueño. Sueño un largo sueño donde cada uno sueña. No sé lo que va a resultar de esta nueva empresa de sueños. Sueño al borde del mundo y de la noche. ¿Qué me querían decir, hombres en el alejamiento, gritando con la mano en la bocina, riendo de los gestos del durmiente? Sobre el borde de la noche y del crimen, sobre el borde del crimen y del amor. ¡Oh Riveras de lo irreal, tus casinos sin distinción de edad abren sus alas de juego a los que quieren perder! Es hora, créanmé, de no ganar más.
¿Quién está ahí? Ah muy bien: hagan pasar al infinito." 

(Los caligramas de Apollinaire que aparecen arriba sirvieron de inspiración a los surrealistas.)

12 de noviembre de 2012

Por los encuentros...

Superamos las 70.000 vistas en el blog y brindamos por los encuentros que este espacio ha generado. Resultó ser  una fuente bastante potente de "estímulos casuales" o "causales"? L@s que buscan, encuentran.
Compartimos este video "La canción de la lluvia" dedicado a tod@s  l@s que nos han brindado su amistad, sus comentarios, o han compartido data de aquello que nos interesa mutuamente.  Por los encuentros, fuentes inagotables de crecimiento.
Muchos han dejado sus huellas por este blog, porque nos vinieron a buscar o porque fuimos a buscarlos. Y acá quedó el registro... 
the Song for Rain from Yawen on Vimeo.

24 de octubre de 2012

El Chiribitil N° 51

Como dijimos en una entrada anterior, la colección de "Los cuentos del Chiribitil" tuvo 50 números, pero algunos que estaban proyectados quedaron inéditos. Es el caso de "Sanchodo curador" de Graciela Montes y Julia Díaz.
Como la buena literatura no tiene tiempos,  treinta años después Lucrecia, integrante del Grupo de Ex lectores de los cuentos del Chiribitil, completó nuestra adorada colección diseñando el Chiribitil n° 51.




¡¡¡Quedan todos invitados a participar de este grupo de Facebook que de forma solidaria y cooperativa está logrando completar digitalmente la colección y ya hay un trabajo concreto para que se reediten!!!

21 de octubre de 2012

Excesos y exageraciones

Hace ya un tiempo estuvimos trabajando con el libro de Pablo Bernasconi, "Excesos y exageraciones" con los chic@s. Miramos fascinad@s las ilustraciones y leímos algunas historias exageradas que cuenta. 
Para que tengan una idea, acá va una reseña de "Eterna cadencia, casa tomada por escritores".
"En Excesos y Exageraciones, las historias son muchas y bien variadas. Se trata de una mixtura fabulosa de relatos breves y encanto visual, compaginados en perfecta unión. Entre ellos, puedo destacar a “Muchoneta”, un hombre que se compró una motoneta celeste, le anunció a su esposa que iría a la esquina y terminó recorriendo el mundo en un instante. Cómo no mencionar al célebre trompetista cubano Antonio Barragán (del cuento “La corneta emancipada”) cuya obsesión no era otra más que saber si su música era buena de verdad. En el relato “Magia de regalo”, el mago Pistortti es sorprendido por su propio truco. En “Fisicoculturísimo” Juan Carlos Tonelado se propone batir el record mundial de hombres forzudos. Deseamos que lo logre y esperemos que no se le venga la noche… En “El pulpo del amor” Confucio se enamora aunque no sabe de quién. “Virtuosísimo” nos habla de un genio de la música, Ramondino Albizotto, el Frenético, un talento soberbio, el pianista más veloz del planeta".


En mi armario siempre encuentro cosas que ni yo sabía, o me acordaba que tenía... y bueno, encontré una caja con objetos de todo tipo y color que se imaginen que me había mandado Alicia de regalo hace mucho. Y ya que Pablo Bernasconi usa todo tipo de cosas para armar sus ilustraciones, nosotr@s hicimos lo propio y armamos pequeñas "instalaciones"! 


Eligieron este texto del libro:

Multiple Choice:
(marque según corresponda)
Asustar vampiros.
Hacer café (cargadito).
Masticar chicles viejos.
Perder minutos.
Lavar sábanas de fantasmas.
Peinar erizos.
Hacerles agujeros a los quesos.
Servir platos voladores.
Disolver miedos.
Contar hormigas rojas.
Desenredar pulpos.
Pelar cebollas.
Teletransportar ciclistas.
Guardar olores.
Cortar fiambre.
Remolcar cascarudos.
Amaestrar corazones.
Convertir pelotas en dados.
Curar el hipo.
Grabar pesadillas.
Ganar sorteos.
Censurar loros.
Convencer toros.
Servir el desayuno.
Viajar en el tiempo.
Hacer pelucas.
Pesar nubes.
Pintar mariposas.
Ordenar tallarines.
Responder cuestionarios.

De Excesos y exageranciones. Pablo Bernasconi.


Y estas son algunas de las propuestas de l@s chic@s. Aclaro que de la lista del  multiple choise eligieron por amplia mayoría "Viajar en el tiempo".... 






20 de octubre de 2012

El cuento de la lluvia

Cuento circular que inventamos con Maite. Empezamos dibujando y después nos entusiasmamos y lo escribimos teniendo en cuenta que se puede empezar a contarlo desde el párrafo 1 o desde el párrafo 3. 
Después armamos el Minikamishibai y pegamos los dibujos en forma circular.
Acá pueden apreciar el resultado:
 
1. En la casa vive una familia, contenta de que la lluvia caiga afuera.

2. Pequeño como es, el brote crece debajo del árbol que está detrás de la casa. Los dos crecen debajo de un cielo sombrío salpicado de agua.

3. Un gran charco comienza a formarse gota a gota cayendo del brote que crece al cobijo del gigante que le salpica la lluvia.

Acá Maite leyendo el cuento y yo pasando los dibujos. Empezamos a contarlo en el orden de arriba, pero también se puede hacer al revés.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...