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14 de abril de 2020

Las lecturas de infancia, las grandes ocasiones



" Los cuentos que contamos y que nos contaron, los libros en los que nos posamos o nos hundimos  las guardas y los dibujos en que nos hemos demorado sin apuro, el empeño con que hemos ordenado por color, por personaje, por tamaño nuestras colecciones, el lento recorrido del dedo por la línea sosteniéndole al ojo las letras, el ritmo que tenía cada cuento en nuestro recuerdo, ritmo definitivo y al que le debíamos fidelidad absoluta, la dosificación de los silencios, los énfasis, las sorpresas, la dicha que anticipábamos un momento antes del desenlace, cada una de las resucitaciones de la memoria en la voz que fluye, incluso el olvido en que se fue sumergiendo después todo eso tan importante en su momento, tuvo que ver con el tiempo en su doble dimensión: lo fatal y la ocasión. (...)
No son grandes ocasiones, son pequeñísimas ocasiones se se las recorta contra ese grand telón de fondo del tiempo. Porque ¿qué es un libro, un librito, en ese fluir, ese universal manar del tiempo que, para  gloria nuestra, registramos y para nuestras desgracia sufrimos? Poca cosa. Ni siquiera las grandes obras, las que se conservan en libros encuadernados en cuero con canto dorado a la hoja, tienen asegurada la inmortalidad del tiempo. Ni las grandes batallas literarias, ni las revoluciones en el campo de las letras, ni  los escándalos de las vanguardias ocupan mucho lugar en el fluir del tiempo. (...)
Y sin embargo...
Sin embargo, cuando se está en el lugar de la ocasión, en el instante instantáneo donde se abre la grieta, todo cambia. Aunque se trate de ocasiones mínimas. Las cosas se ven de otra manera. ¿Qué lugar ocuparon los modestísimos Bolsillitos de editorial Abril en mi infancia de niña suburbana, casi siempre metida en casa por culpa de mi crónica bronquitis? Un lugar importante, pudo asegurarlo. ¿Qué lugar ocuparon Los monos bailarines, de editorial Sopena, y la Enciclopedia Universal Ilustrada de Espasa Calpe en 81 tomos en la vida del sociólogo Darío Cantón como para que varias décadas después haya sentido la necesidad de dedicarles a esas viejas lecturas su nuevo libro? ¿Qué lugar ocupó ese relato dulcemente incestuoso, aunque muy imperfecto, de George Sand, Francois le Champi, que la madre le leía al niñito Proust por las noches? Juan Giordano un joven escultor argentino que ahora vive en Toledo me escribió para contarme que la madre y él, exiliados los dos en tiempos de dictadura, siempre trashumantes y con las valijas listas, usaban una parte de esas escasas valijas en acarrear la pila de Cuentos del Chiribitil. ¿Qué lugar ocupaban esos cuentos en la vida de Juan Giordano, incluso en la vida de la madre? Esa es la interesante vuelta de tuerca que supone la ocasión: desde el punto de vista de lo fatal es poca cosa, pero desde el punto de vista de la ocasión misma, vista de cerca, es inmensa, incluso parece capaz de tragarse el tiempo" Graciela Montes (2017:169/170). Del ensayo "La ocasión". En: Buscar indicios construir sentido.







7 de abril de 2020

El bosque nos hace falta

En "El libro del verano" (Sommarboken), Tove Jasson también habla del bosque, lo llama "El bosque mágico". Se va construyendo de a poco en una narración que parece ir rodeándolo sin atreverse a entrar en él de plano, hay vislumbres apenas de troncos agachados, marañas sumisas,  agujas, podredumbre. "El bosque mágico se había ido construyendo con penoso esfuerzo - dice la narradora-, de modo que el equilibrio entre la supervivencia y la extinción era en él tan frágil que no podía permitirse el menor cambio". Hay vida en el bosque, sin duda, ya que se escucha ruido de alas, rozar de patas (aunque las aves y los animales que los producen nunca se vean por estar sumergidos - dice Tove Jasson-  "en la perpetua oscuridad de la espesura"). Hay vida, sin duda, también en la muerte.
El bosque no es domesticable. La familia (así denomina la autora a los habitantes de la casa cuando funcionan en forma de tribu) pretende decorarlo, pero fracasa. La abuela, se "sabe más", se limita a entrar en él, internándose "más allá del pantano y los helechos". Luego se tiende en el suelo y mira el cielo a través de los líquenes y las ramas. Es un viaje secreto del que no habla. (...) 
Confío que este bosque me sirva para entrar a la cuestión de la diversidad y la diferencia con un espíritu más abierto. 
Se suele reivindicar la diversidad desde el punto de vistas ético, moral: habría derecho a ser diferente, y todos los diferentes deberían ser respetados en su diversidad. Sin embargo, el bosque parece indicarnos que la diversidad es mucho más que eso. Que no se trata sólo que sea lícita o respetable y que tengamos obligación moral de tolerarla, sino que es sobre todo bella, gozosa e indispensable. El verdadero motor de toda construcción de sentido, toda significación, toda lectura. El bosque nos hace falta. Pobres de nosotros si, desprovistos de bosque, ya no somos capaces de perdernos, de inquietarnos y deslumbrarnos frente a lo que nos resulta un poco oscuro, un poco enmarañado, un poco incomprensible! Sería como perder los enigmas. Y el que pierde los enigmas pierde también el deseo. "Lo otro"no sólo es respetable, "lo otro"nos hace falta. Sin "lo otro", "lo uno" se seca. Sin preguntas, las respuestas se atontan. De manera que, en lugar de defender el derecho a ser un extraño, voy a hacer el intento de reivindicar la extrañeza a secas. La buena, emocionante, deliciosa extrañeza, que nunca debería faltar en nuestras vidas. Dicho de otro modo: voy a defender la incertidumbre. Después de mucho pensar, me pareció lo más útil. Mucho más que hablar de mis certezas que, la verdad, son demasiado pocas"  GRACIELA MONTES ( 2017: 133/136).
 Ensayo: El bosque y el lobo. Construyendo sentido en tiempos de industria cultural y globalización forzada.  En: Buscar indicios, construir sentido. 
Otro cuento a dos voces con Sol.

24 de marzo de 2017

Para no perder la memoria

Algunas buenas noticias de estos días:

La que me comparte mi amiga Lucrecia. Desde Santa Fe, se tomó la decisión de revocar la resolución Nº 480/79 que prohibía la circulación y lectura del libro "La torre de cubos" de Laura Devetach  que   la última dictadura militar había dictaminado, primero en algunas provincias, y luego en todo el país.  
















Además de revocar esa resolución, la ministra de educación, aconseja la lectura del libro e intenta una necesaria reparación histórica para con la autora. Sería una excelente iniciativa que esto se replicara en cada provincia, con cada libro censurado durante la dictadura. 



Es conocida la anécdota que Laura Devetach siempre trae a la memoria acerca de los modos de circulación "apócrifos" que tuvieron los cuentos que forman ese volumen. Las maestras, durante los años de plomo, siguieron difundiendo y haciendo leer a sus alumnos esas historias gracias a las copias mimeografiadas que circulaban sin el nombre de la autora.  El agradecimiento de la autora es ampliamente conocido. 
Ahí es cuando se me hincha el pecho de orgullo. Soy maestra.
Rescato unos párrafos de una entrevista que el grupo La Grieta le hiciera a Laura y que forma parte de "Libros que muerden":


"...Y en el 75 se puso muy feo, me fui de la escuela de arte, la universidad estuvo mal, nos quedamos sin trabajo. Y un buen día, en el Centro Educacional apareció alguien diciendo que teníamos que llenar una planilla rosa, que pedía datos de parientes, amigos cercanos, teléfonos, direcciones. Yo pregunté para qué y me dijeron: orden de arriba, y yo decía: no quiero llenar esto, ¿para qué? Decidí no llenarla y por otro lado no dejar que eso avance. Además ya sabíamos de los desaparecidos. Así que ahí nomás tomamos la decisión de venirnos a Buenos Aires dejando a los chicos allá, cosa que me costó un  montón pero era lo único posible.
Luego entonces, estuve en Billiken, en muchas secciones, tenía la sección de lengua, "Los juntacosas", otra que se llamaba "De todo un poco". En un primer momento yo no firmaba. Agustina era mi seudónimo, que lo hice porque era el anagrama de angustia: Agustina"(2014:76).


La segunda noticia: Se cumplieron 25 años de la publicación del cuento de Graciela Montes, Irulana y el ogronte. Una conocida editorial, lo ha reeditado, con nuevas ilustraciones. Cosa que celebro con mucha alegría. 
Sin embargo, me permito recuperar la edición original, de la editorial Libros de Quirquincho del año 1991, con ilustraciones de Claudia Legnazzi. 


Y me gusta esa edición, porque como dijo Mirta Gloria Fernández, "podés ver las botas de la tapa, o no verlas" pero para quienes no queremos perder la memoria, la imagen es potente y nos recuerda las épocas a las que no queremos volver.
Elijo contarles  historias  a mis alumnos que en general no son las que la moda editorial dictamina. Son historias que rescato del olvido, que son patrimonio cultural de todos, que no merecen caer en el olvido. 
Les dejo el enlace a una entrevista que Karina Micheletto le hizo recientemente a Graciela Montes: 
https://www.pagina12.com.ar/20951-la-generacion-permanente





Tercera noticia: Eudeba, presenta en la próxima Feria del libro de Buenos Aires más Chiribitiles del CEAL. Mi querida Violeta sigue con su trabajo, sin bajar los brazos! La reedición no sólo recupera un capital cultural de todos, sino que redobla la apuesta y propone Nuevos cuentos del Chiribitil, dándole espacio a autores e ilustradores que en su momento no fueron publicados por la editorial porque fue prohibida la colección y también proponiendo otros, abriendo espacio para que más tengan la posibilidad de publicar. Ese espiritu que tuvo la colección desde su nacimiento. 
Les dejo estos diálogos en el depósito. En este, Graciela Melgarejo y María Teresa Andruetto, sublimes.

28 de junio de 2015

Una sociedad de lectura...





"Sin embargo, en medio de esa sociedad empobrecida, desmantelada e injusta, algo nuevo ha sucedido en el aula. Han tenido lugar ciertos acontecimientos. A lo largo de muchas lecturas compartidas, eligiendo a veces bien y otras veces no tan bien, escuchando lo que tienen para decir los lectores, dándoles la palabra, permitiendo también que le pongan voz al texto, comentando, releyendo, haciéndose preguntas, acotando, remitiéndose a otros textos, cruzando hallazgos, hipótesis, fantasías, el maestro habrá estado contribuyendo a la formación de una sociedad de lectura.
Es posible que al comienzo haya habido un gran desorden, mucho parloteo y poca escucha, una atención lábil y una participación un poco desganada. Pero el clima va a mejorar cuando los miembros de esa sociedad ya tengan una historia compartida, un pasado al que se puedan remitir. Entre sus estrategias estarán también ahora las incorporadas a lo largo de esa historia en común.
Aprendieron a seguir una hebra para ver hacia dónde va, cuál es el nudo en el que se enlaza... Son más incisivos, y mucho más amplios, de horizonte más amplio… Tendrán amores y desamores entre los textos leídos (y habrá discusión al respecto). Tal vez hayan perseguido a un autor o a cierto universo imaginario… Tendrán muchísimas más preguntas que antes de comenzar pero también tendrán una esgrima, estrategias, destrezas y más tenacidad. Una sociedad de lectura –a veces una pequeñísima sociedad de dos– es siempre algo estimulante. El lector busca al lector. La mejor recomendación que se recibe es la de un lector colega, compinche de lecturas. La sociedad de lectura del aula es un punto de partida… Se va a ir ampliando, indefectiblemente, por ese efecto disparador de la lectura, porque los textos llevan a otros textos… Del aula a la biblioteca de la escuela, luego tal vez a una biblioteca popular, la biblioteca del barrio, a un grupo de teatro, a una revista literaria…" Graciela Montes,  La gran ocasión. 

Imágenes superiores: Pic- Nic de palabras. Actividad para las  Jornadas de la Semana de la Lectura.

Inferiores: Murales hechos a partir de la lectura de los libros: "La Línea" de Beatríz Doumerc y Ayax Barnes y "Un puñado de semillas" de Mónica Hughes e ilustraciones de Luis Garay.






25 de octubre de 2013

La frontera indómita

De nuevo por este espacio!!! Estos días me encuentran siendo mamá de tiempo completo, pero en estos momentos que mi niña duerme, le dedico este ratito al blog que adoro.
Esta vez comparto un extracto del ensayo de Graciela Montes, "La frontera indómita" , texto que es de una riqueza y sensibilidad exquisitas.



"Cada uno está solo en el corazón de la Tierra
atravesado por un rayo de sol;
y de pronto anochece. (Salvatore Quasimodo)


(...)Winnicott empieza por el principio. Su punto de partida es el niño recién arrojado al mundo que, esforzada y creativamente, debe ir construyendo sus fronterasy, paradójicamente, consolando su soledad, ambas cosas al mismo tiempo. Por un lado, está su apasionada y exigente subjetividad, su gran deseo; del otro lado, el objeto deseado: la madre, y en el medio, todas las construcciones imaginables, una difícil e intensa frontera de transición, el único margen donde realmente se puede ser libre, es decir, no condicionado por lo dado, no obligado por las demandas propias no por los límites del afuera. El niño espera a la madre, y en la espera, en la demora, crea.
Winnicott llama a este espacio tercera zona o lugar potencial.
A esa zona pertenecen los objetos que Winnicott llama transicionales - la manta cuyo borde se chupa devotamente, el oso de peluche al que uno se abraza para tolerar la ausencia-, los rituales consoladores, el juego en general y, también, la cultura.
Esta tercera zona no se hace de una vez y para siempre. Se trata de un territorio en constante conquista, nunca conquistado del todo, siempre en elaboración, en permanente hacerse;por una parte, zona de intercambio entre el adentro y el afuera, entre el individuo y el mundo, pero también algo más: zona liberada. El lugar del hacer personal.
La literatura, como el arte en general,como la cultura, como toda marca humana, está instalada en esa frontera. 
Un territorio necesario y saludable, el único en el que nos sentimos realmente vivos, el único en el que brilla el breve rayo de sol de los versos de Quasimodo. el único donde se pueden desarrollar nuestros juegos antes de la llegada del lobo (...)"

1 de septiembre de 2013

Laberintos...

 Alegría, alegría ,
alegría que llega
como un jazmín liviano
alegría que cae
cae cae
y qué se le va a hacer...
Idea Vilariño

La concreción de  grandes  sueños  se acerca...




"Hay una gran libertad en el lector, que es el que decide su ritmo... Hay algo de libertad y de igualdad en la lectura que es muy difícil de encontrar en otras formas, por ejemplo en los medios de comunicacion, donde uno tiene un papel más sumiso. 


Y esa intimidad, ese ambito, eso sí lo recuerdo desde que era chica, sentirme que estoy "en mi casa".
"Hay un aspecto de la lectura que es de viaje, de irse, pero también es de volver, es decir es de irse y de entrar al centro de uno mismo, al centro de las cuestiones. Hay un espacio propio de la lectura. Eso es sin duda así".
"... No es sólo lo evasivo de la lectura sino también lo fuerte, lo libre, lo ciertamente dominante en poder dominar la letra. Hay una fuerza en la lectura. 
A los lectores no se los lleva de las narices, en general los lectores son personas contestatarias".

"Hoy la infancia de los niños está atravesada de mil maneras y agujereada de mil maneras, le corren vientos adentro. 
Eso es impensable. Lo que uno puede hacer en este mundo múltiple es fortalecer más al niño en su independencia y en su búsqueda...".

"Hay un peligro que se ha instalado y que es que la ley del mercado reemplace a la actividad del lector, que es la de la búsqueda. El lector siempre es un buscador, por eso el mayor invento para el lector ha sido la biblioteca.
La biblioteca es un grandísimo invento, puesto que es un laberinto donde hay infinitos recorridos posibles y cada lector hace el suyo...".
"La disciplina que impone el mercado tiende a reducir  los recorridos,  achicarlos, a hacerlos previsibles, a hacerlos dogmáticos, obligatorios y eso le quita a l lector libertad. Eso es peligroso. Eso es por lo que uno  debería pelear por seguir conservando, esa autonomía, la búsqueda autónoma. Y para eso, en educación hay que contrarrestarlo. Si el mercado lo disciplina a uno a ciertos recorridos, la educación tendría que estar funcionando alternativamente como el lugar donde  se le ofrecen laberintos, muchos...". Graciela Montes.

24 de octubre de 2012

El Chiribitil N° 51

Como dijimos en una entrada anterior, la colección de "Los cuentos del Chiribitil" tuvo 50 números, pero algunos que estaban proyectados quedaron inéditos. Es el caso de "Sanchodo curador" de Graciela Montes y Julia Díaz.
Como la buena literatura no tiene tiempos,  treinta años después Lucrecia, integrante del Grupo de Ex lectores de los cuentos del Chiribitil, completó nuestra adorada colección diseñando el Chiribitil n° 51.




¡¡¡Quedan todos invitados a participar de este grupo de Facebook que de forma solidaria y cooperativa está logrando completar digitalmente la colección y ya hay un trabajo concreto para que se reediten!!!

29 de septiembre de 2012

Epígrafe a las Jornadas docentes de narración e ilustración.

"Cuando le contamos un cuento a un chico estamos dejando inauguradas algunas cosas. Por un lado le garantizamos que existen discursos imaginarios deliberados, construcciones hechas palabras y "gratuitas" (o por las que, al menos, no hay que pagar el precio de la referencia). Otros mundos -redondos, encerrados en sí, independientes por tener sus propias reglas internas, aunque, por supuesto , vinculados de muchos y muy complejos modos al mundo real-, mundos imaginarios a los que se puede ir de visita.
Pero no sólo inauguramos eso. También, y por el solo hecho de estar contando, inauguramos el contar como la llave para ir de visita a esos mundos. Así, contando- decimos al contar-, se entra en el cuento. El acto de contar enseña a entrar y salir de la ficción. Ambos -el cuento y el contar- son solidarios, se necesitan. Por un lado está el cuento - supongamos que un cuento de autor, el mundo imaginario que construyó, palabra a palabra, cierta persona en un cierto día-, y por otro está el contar , el pasaje de ida y vuelta a ese mundo que otra persona , en otro cierto día, construye con dos ingredientes fundamentales: su tiempo y su voz. Y esto es básicamente así siempre, aun cuando se haya pasado de la audición de cuentos a la lectura: el lector le sigue prestando su tiempo y su voz interior al cuento, y sólo en ese tiempo el cuento vive.
Silencio, está por comenzar  la ceremonia. Pendemos de la voz o de la letra. "Había una vez...", y se abre la casa imaginaria, nos deja que la habitemos. Al principio es extraña y tal vez nos sorprenda que haya cosas que nos recuerden tanto el mundo, aunque todo el ritual -la voz, la modulación de esa voz, el libro- nos señale constantemente que lo que ahí sucede "es" y "no es" al mismo tiempo. Poco a poco nos vamos familiarizando. Le descubrimos los trucos a la casa imaginaria, notamos que suelen estar dispuestas de cierta manera las habitaciones. A esa palabra que viene ahí ya la estábamos esperando, y a esa repetición también. Nos gustan anticiparnos y corearla con el que cuenta el cuento.
El cuento sigue, es un hilo que no se corta. De pronto, al doblar el recodo, nos acompaña hasta la puerta. Colorín colorado: por aquí se sale; este cuento se ha acabado: ya estamos afuera. Otra vez en el mundo. Exiliados, hasta la próxima ilusión, de ese sitio donde las nueces eran y no eran al mismo tiempo".
                           
Graciela Montes, del ensayo 
"Una nuez que es y no es" 
           
La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético. 
Fondo de Cultura Económico

Ilustración de Julia Díaz.

31 de marzo de 2012

El chiribitil que faltaba

"Sanchodo curador" es el título de un cuento de Graciela Montes que forma parte de una serie de cuentos con "odos" como protagonistas (Está Nicolodo, que es muy famoso; pero no menos improtante que Teodo, Papitodo y Mamitoda)... Estos pequeños habitantes de los  jardines son tímidos, viven en latitas de azafrán, desayunan una gota de agua y pastito fresco, y les encanta tomar mate.
Formaron parte de la infancia lectora de aquellos que leímos Los cuentos del Chiribitil, menos Sanchodo que no fue editado en esa colección. Recién en 1984 fue editado por Humi, una revista infantil de aquella época. 
Todos esos personajes fueron ilustrados magistralmente por Julia Díaz... Incluso Sanchodo. Aunque no vio la luz en aquella mítica colección.
 Julia se ha contactado y  nos ha enviado algunas ilustraciones inéditas de aquel cuento... Volver a la infancia por un rato es el mejor regalo que nos pudiste hacer Julia!!!!!!!!! GRACIAS POR TU GENEROSIDAD!!!!  
En lo que a mí respecta lo considero el Chiribitil inédito N° 51 

"Aunque parezca mentira, hasta el odo más pintado se lastima a veces o se enferma. Así que en el Fondo del Jardín, en el Terreno de Enfrente (y en cualquier otro oderío como la gente), además de odos carpinteros y odos pintores, de odos mecánicos, de musicodos, de odos viajeros y de inventodos tímidos, hay algunos doctodos que se ocupan de curar.
Por ejemplo: un odo aventurero que llega de su viaje con moretones y raspones se va enseguida a la latita de azafrán del doctodo Dos, que le pone vendas y le hace sana sana.
En cambio, los odos con dolor de panza de tanto comer trébol y ligustrina se van corriendo a ver al doctodo Tres para que les haga un té de margarita.
Pero cuando un odo está violeta o verde limón lo mejor que puede hacer es ir cuanto antes a la casa de Sanchodo Curador.
Como bien se sabe, cuando a un odo le viene la tristeza primero pone cara de triste, después llora hojitas y termina por ponerse verde limón. En cambio los odos asustados primero ponen cara de asustados, después dicen LU y después se ponen violeta violeta. Y el único que sabía qué hacer con un odo violeta o verde limón era Sanchodo Curador.


Primero se acomodaba bien los anteojos (que, como los odos tienen poca nariz, siempre se les andaban cayendo), después miraba bien bien, le hacía un mimo en el flequillo al enfermo y preguntaba:
—¿Y usted por qué anda tan tristón, amigo?
O si no:
—¿Qué le pasa que se lo ve tan asustado, compañero?
Y ahí nomás el odo empezaba a perder verde limón o a perder violeta y se le iba pasando la tristeza y el susto mientras contaba y contaba. Después, un caldito de helecho y a casa. Así siempre.
Pero un día Sanchodo Curador tuvo que vérselas con un caso muy difícil. Estaba tomándose unos mates con Teodo, en la puerta de la lata, cuando de pronto la ve a Odana, que venía corriendo a todo lo que le daban los zapatos y gritando:


—¡Don Sanchodo, don Sanchodo! ¡Si usted viera!
—¿Qué pasa, Odana? —preguntó Sanchodo Curador bajándose del trébol.
—Odosio está metido debajo de una piedra, más violeta que no sé qué, y no dice nada, nada más que LU LU LU todo el tiempo. Me parece que es grave, don Sanchodo.
Cuando llegaron a la piedra ya estaban reunidos el grillo Gardelito, Nicolodo, la Mariposa del Jazmín, tres vaquitas de San Antonio que venían de hacer las compras y cuatro odos chicos que estaban jugando al fútbol en la canchita del malvón.
Claro que todos se hicieron a un lado cuando lo vieron venir a Sanchodo Curador. Al fin de cuentas era el único que sabía algo de odos asustados.
Sanchodo se acomodó los anteojos, miró lo mejor que pudo el pedacito de Odosio que se veía debajo de la piedra y dijo, como siempre:
—¿Qué le pasa que se lo ve tan asustado, compañero?
Pero Odosio no estaba para contestar preguntas. Lo único que se oyó fueron tres LUS y dos suspiros.
—Lo habrá asustado algún sapo —sugirió Gardelito.
—O un grillo burlón —le retrucó Humberto, el sapo.
—O un gusano con careta.
Sanchodo Curador se acariciaba las orejas porque estaba pensando con mucha fuerza.
—Hay que averiguar —dijo por fin—. Y para averiguar hay que ir. Y de ir, mejor que vayamos todos, así no nos asustamos.
Entonces Renato, el gusano, se metió debajo de la piedra y le preguntó a Odosio dónde se había asustado y Odosio dijo LU LU LU LU LU, como cinco veces, y señaló hacia el Patio.


Ese mismo día se pusieron en marcha nueve odos, dos grillos, tres vaquitas de San Antonio y cuatro gusanos. Por suerte el sapo Humberto también iba, haciendo de colectivo, así que tanto no tardaron.
Cuando llegaron a la Frontera de los Rosales, Sanchodo Curador les dijo a todos que se bajaran de Humberto y que siguieran a pie, despacito y agarrados de la mano, para no ponerse violetas. Y despacito despacito, a pasito de odo, a salto de grillo y a panzada de gusano, llegaron hasta la primera baldosa. Allí empezaba el Desierto del Patio.
De pronto todos los odos gritaron LU y los grillos y los gusanos y las vaquitas de San Antonio y el sapo Humberto, que no sabían gritar LU, dijeron ¡Oia! Porque ahí no más, tomando sol como si tal cosa, estaba el gato Pato con todos sus bigotes.
Violeta lo que se dice violeta no se pusieron, pero un poco lila sí. Y no es que el gato Pato fuese un gato demasiado grande, pero hay que tener en cuenta que los odos son tirando a muy chicos.
Sanchodo Curador se dio cuenta de que tenía que pasar al frente, y se adelantó una baldosa roja. Y después otra blanca. Y después otra roja. Y cuando estaba casi casi al lado de los bigotes, el dueño de los bigotes abrió un ojo verde. A Sanchodo le pareció el portón de un garage. Y justo cuando estaba por ponerse violeta violeta el portón volvió a cerrarse.
Sanchodo se acomodó los anteojos, se peinó el flequillo y dijo:
—Este gato no es para asustar a nadie.
Y mientras volvían al Fondo, montados en Humberto, pensaba que un día de ésos iba a volver al Desierto del Patio, para preguntarle al gato qué se opinaba por allí del caldo de helecho tibio".  Graciela Montes.

30 de agosto de 2011

La verdadera educación se da de persona a persona

Transcribo acá un extracto de la entrevista que Judit Gociol le hizo a Graciela Montes para la revista del Ministerio de Educación "El Monitor". La entrevista entera la encuentran acá



Entrevista a la escritora Graciela Montes
"La verdadera educación se da solo persona a persona"




 
-La relación entre la escuela y la lectura es el eje de esta charla con una de las mejores escritoras de literatura infantil de la Argentina. La autora rescata el rol esencial que los docentes deben tener en ese contacto inicial -y a veces único- que los alumnos y las alumnas establecen con los libros. "Los maestros tienen que hacerse cargo de que la clase es la gran ocasión de lectura para la mayoría de los chicos", asegura.
 
-¿Por qué las palabras deben domiciliarse en lo que llama la "frontera indómita"?


   
-No es que deban domiciliarse, porque las palabras atraviesan toda la actividad del ser humano, cualquiera sea el lugar donde esté colocado. Pero sí me parece que es interesante ensanchar esa zona de intercambio con el mundo donde uno construye sus propios sentidos, sus sentidos personales: la frontera indómita, justamente. La idea de esta tercera zona, donde uno construye su mundo personal, la tomo del psicoanalista Winnicott y la utilizo de otras maneras. Hay una zona que es de pura subjetividad, donde uno responde a sus necesidades, a sus impulsos y a sus pasiones; y hay otra que es el poder externo, el sistema tal como es, las relaciones de dominación o las condiciones materiales. Entre esos dos territorios existe una frontera, que es la de la construcción personal. Allí hay un montón de decisiones y de libertades que uno puede tomar, aunque parezcan muy pequeñas. Mi convicción, tal vez un poco optimista, es que siempre -aun cuando se está muy acorralado- existe un margen de hacer las cosas porque sí, "como a mí me gustan".

-¿Las palabras posibilitan ese margen de libertad?

 
-Justamente: la palabra personal. Si lo único que uno puede hacer con su palabra es reproducir las frases que se dicen en el noticiero o gritar, o aullar, eso no construye un lenguaje personal. El lenguaje personal se debe constituir en esa tercera zona de la que hablábamos, porque tiene que ver con la reflexión y la negociación con las palabras, donde cada uno toma un papel protagónico. Piensa con su cabeza, por decirlo de la manera más tradicional. Por eso, si se obliga a alguien a repetir un discurso tal cual fue dicho por otro, nunca se va a llegar a esa zona. En cambio, si uno elige recordar un poema, por ejemplo, estaría en ese lugar.


 
-¿Qué relación establece la escuela con esa frontera?

 -El trabajo de la educación es ensanchar esa frontera. A pesar de los lazos que muchas veces tiene con el poder, y de su función domesticadora, la educación está centrada en esa zona privilegiada del individuo, de su construcción personal. En este sentido, el maestro es una figura clave, porque la verdadera educación se da solo persona a persona, cuando el educador tiene enfrente a alguien que le importa como persona, que no es un apéndice de otras cosas. Eso le da una posibilidad única al que recibe esa relación personal. Ahora, si el maestro es un burócrata que no es más que un engranaje de una máquina de poder, nada de lo que podamos decir aquí, ni la revista El Monitor, ni mis textos, ni que manden cantidades de libros en paquetes a todas las escuelas, sirve de nada.

-¿Le parece que los textos teóricos, las conferencias o las visitas a los colegios también sirven para ensanchar esa frontera?
 
-A veces me resulta grato ver cómo lo que yo dije dialoga con la praxis de algunos maestros. Pero otras veces me preocupa que se repita como lección, que se recite la teoría y se discursee, pero no se enganche genuinamente con la práctica. Siempre me preocupa qué pasa con eso que yo puse ahí, cómo es leído y cómo es criticado. Porque en realidad lo dialéctico, lo que funciona, es que el docente que recibió mis palabras las haga jugar con su praxis y diga si eso es efectivamente así o no. Este tipo de reflexión es lo que hay que instalar, no se trata de ser mansas ovejas, ni de gente que en lugar de un discurso, responda a otro. No me gustaría que mis textos se convirtieran en una cartilla de memorización obligatoria. Ya sé, por supuesto, que nada es tan sencillo, que yo hablo desde afuera, que después van a venir las maestras a decirme: "Ah, sí, ¿y cómo hago, eh? Tengo 45 chicos, que además no comieron, y yo no cobro, mientras usted está ahí tan tranquila, con sus libros". Pero, de todas formas, espero que mis palabras se hagan cuestión y después me devuelvan todos los reproches que quieran.
 
-¿Cómo debe hacer la escuela para formar lectores?
 
-De lo que se trata, me parece, es de darle al lector la oportunidad de ejercer su lectura. Por supuesto que también hay que enseñar contenidos y conocimientos útiles, eso la escuela lo tiene que hacer. Pero el eje es siempre el individuo, la relación personal. El lector no es una persona a la que hay que llenarle la cabeza, sino alguien que debe pensar con su cabeza y que, de lo que el maestro le ofrezca, pueda tomar lo que crea que le sirve para su lectura. Es una actitud bastante diferente a lo que tradicionalmente se ha concebido como la función de la escuela: un entrenamiento para no caer fuera de la sociedad. Hoy tenemos pocas ilusiones respecto a la sociedad actual. Ya sabemos que no es la sociedad en la que creía Sarmiento, la "civilización". Sabemos que hay corruptos, que hay grupos de enorme poder, que las organizaciones internacionales nos llevan y nos traen de las narices, y que ni siquiera conocemos con exactitud quiénes las integran. De modo que no podemos ser ingenuos y pasarles a los alumnos una concepción del siglo XIX. Tener la convicción que tenía Sarmiento es muy difícil. ¿Qué es hoy bueno para el otro? Hay que abrir fisuras en un pensamiento que ha sido muy compacto, aunque la gente extrañe esa solidez, y a veces diga que antes era mejor. En fin: antes era como era antes y ahora hay que pensar algo nuevo.

El papel de l@s maestr@s... central... la relación persona a persona insustituíble

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