Este año comienzan las clases el 2 de marzo. Al reencontrarnos con nuestras compañeras, sintomáticamente todas teníamos las mismas caras. Recordemos por qué:
El año pasado fue devastador para muchos. Nos descontaron los días de paro, el gremio “arregló” con el gobierno desoyendo los multitudinarios reclamos de las bases, brindamos navidad con chicos en las escuelas bañados en sopa y ¡hasta intentaron despojarnos de nuestra caja de jubilaciones!
Esta semana se presentan nuestros alumnos que compensan y habrá que ver si durante estos meses de calor insoportable, optaron por estudiar o por tirarse en la primera pileta que encontraron (no me malinterpreten: esta elección me resulta de lo más lógica dadas las temperaturas que tuvimos).
Mi reflexión iba por el lado de cómo cada docente aterriza en la escuela después de mes y medio de dormir todo el sueño acumulado durante el pasado año. Personalmente llegué a la escuela en un estado de irrealidad. Por decirlo en términos tecnológicos: se me colgó el sistema.
Es difícil poner en marcha el motor, organizar nuestros horarios, desempolvar el guardapolvos, hacer el recorrido de casa a la escuela… donde nos desorientamos del todo: la definición (según la escuela es “el método”) de quién va a estar al frente de qué grado, papeleo interminable que diligentemente nos trae la secretaria, planificaciones que debemos presentar acorde al nuevo diseño curricular, sin tenerlo ya que sólo hay uno en existencia por escuela y sin saber cómo debemos presentarlas porque todavía no hay capacitaciones al respecto, elección o no del manual o libro de texto que nos acompañará todo el año (tengamos en cuenta que este año el panorama se presenta por demás áspero económicamente y el presupuesto no da para que las familias compren un libro a cada hijo), preparación del acto de inicio de clases, ornamentación de la escuela y aulas, etc, etc… todo esto si tenemos la suerte de contar con cargo.
Larga pesadilla les espera a los miles de docentes que deambulan de acto público en acto público en busca de alguna suplencia que sobrepase los 3 días. Adobemos (cual canal Gourmet) con temperaturas que rozan los 40º, sin luz y al cabo de un rato, tampoco agua, ni siquiera caliente. ¿No me estaré pasando?
Será que no tengo ganas de volver a la escuela, sencillamente me aterra tener que volver, enfrentarme a un año que se avisora peor que el anterior, sin esperanzas de mejora. Mafalda lo explica mucho mejor:
¿Cómo siente cada docente el regreso inminente de las clases? En este año 2009 que tanto ha dado que hablar sobre crisis, despidos, índices fraudulentos del INDEC y piquetes agrícolas, ¿Cómo nos enfrentamos a la inmensidad de "todo un año por delante"?
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