Hoy temprano levanto a mi nena. La llevo a la rastra con su almohada pegada. LLegamos al acto público de titularidades. Empieza el remate. Y no pudo ser... No me alcanzó el puntaje. Y yo la saqué barata. En ese mismo momento varias personas se quedaron automáticamente sin trabajo.
Bueno, dice uno, son las reglas del juego.
Pero ¿qué reglas son esas que convierten a los maestros en "consumidores" de cursos, o "cajitas felices"? como le dicen los compañeros de Rio Negro, sarcásticamente. Vale la metáfora hamburguesera barata.
Lo único que sé es que no compré todas la hamburguesas, digo, cursos chatarra que me quisieron encajar en la puerta misma del acto público. Y saqué vendiendo almanaques a algún promotor que me vino a interrumpir en mi horario de clase.
¿Es justo que tenga que destinar buena parte de mi magro sueldo a llenar los bolsillos de políticos y dueños de editoriales o dudosas organizaciones capacitadoras para poder conservar mi trabajo?
¿Llegaré a ver el día que TODOS nos rebelemos y no compremos más hamburguesas baratas?
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